LOS CASTIGOS DE DIOS

Si tenemos un vecino al que consideramos un hombre muy malo, y una helada quema sus sembrados, inmediatamente proclamaremos que DIOS lo ha castigado. Y si nos cae encima alguna desgracia, preguntamos ¿Qué pecado he cometido yo para que el SEÑOR me castigue?

Si hablamos tan fácilmente de los castigos de DIOS, esto se debe a dos errores nuestros: Por una parte, pensamos que la justicia de DIOS se parece a la de los hombres, y creemos saber quienes merecen castigos.
Por otra parte, no contamos en absoluto con la otra vida, mas allá de la muerte, y pensamos que DIOS debe castigar (o premiar) a los hombres en la presenta vida.

En realidad, hemos encontrado al Padre en su Hijo JESÚS. La manera de actuar de Jesús nos enseña que la justicia de Dios, que es Padre, no se parece a la nuestra. El Padre es perfecto; hace brillar el sol sobre malos y buenos y caer la lluvia sobre justos y pecadores.

Sin embargo, es verdad que Dios nos advierte por medio de signos. Pero no siempre convierte Dios a los pecadores enviándoles desgracias. A veces un favor inesperado nos confunde y decimos, avergonzados: ¡Como me atiende Dios, a pesar de que fui tan torpe! Así paso con Zaqueo.

Es así como Dios multiplica las advertencias para que nos fijemos en nuestra manera de vivir y nos demos cuenta de que, con tanta irresponsabilidad y egoísmo, vamos a la perdición.

En realidad, solo hay un castigo de Dios, y es perderlo a ÉL para siempre.

Entonces ¿Por qué se habla tanto de los castigos de Dios en el Antiguo Testamento? Precisamente, porque la Biblia se dirige a gente que todavía tiene una religión poco educada. Porque no sabían del mas allá, era necesario hablarles de castigo de Dios en la presente vida, para que creyeran en su justicia. Y seguramente que Dios multiplicaba sobre los pecadores los signos de reprobación, para fortalecer la esperanza de los buenos.
La palabra desatar se usaba entre los judíos para expresar que a alguno se le perdonaba su pecado o su pena. También significaba soltar a un animal del yugo. Jesús es el que desata a la persona humana y nos invita a  seguir su ejemplo.

Jesús no viene para «salvar almas» en que muchos hoy la imaginan. Mas bien abrían caminos nuevos, tanto para la comunidad nacional como para las personas.
Si los judíos lo hubiesen escuchado, no se habría agudizado  las tenciones sociales y políticas que culminaron con el sublevamiento del año 66 y la destrucción de Jerusalén en el año 70.

¿Lo compartes? Dios te Bendiga

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