PARABOLA DE EL TESORO, LA PERLA, LA RED Y SU SIGNIFICADO






El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo. El hombre que lo descubre lo vuelve a esconder y, de tanta alegría, vende todo lo que tiene para comprar ese carro.
El Reino de los Cielos es semejante a un comerciante que busca perlas finas. Si llega a sus manos una perla de gran valor, vende cuanto tiene y la compra.

El Reino de los Cielos es semejante a una red que se echa al mar y recoge peces de todas clases. Cuando esta llena, los pescadores la sacan a la orilla. Ahí se sienta. escogen los peces buenos y los echan en canastos, y tiran los que no se pueden comer. Así para al fin del mundo: vendrá los ángeles y separaran a los malos de los buenos y los arrojaran al horno ardiente, donde habrá llanto y desesperación.
Pregunto Jesús: <¿Entendieron bien todas estas cosas?> Ellos le respondieron: <Si>. Entonces, Jesús añadió: < Todo maestro de la Ley que se ha echo discípulo del Reino de los Cielos se parece a un padre de familia que, de sus reservas, va cantando cosas nuevas  y cosas antiguas.>

Una vez que termino estos ejemplos, se fue de allí. Y, al pasar por su tierra de Nazaret, se puso a enseñar en la sinagoga, de tal manera que la genta, maravillada, se preguntaba: <¿De donde le ha llegado tanta sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No se llama Maria du madre? ¿ No son sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?
Y sus hermanas, ¿ No creían en el; todo lo contrario.
Pero Jesús les dijo: <A un profeta solo lo desprecian en su tierra y en su familia>
Y como no creían en el, hizo allí pocos milagros.
Las parábolas del tesoro y de la perla nos invitan a que no dejemos pasar la ocasión cuando el Reino viene a nosotros.
Unos han buscado  durante años la palabra, o la persona, o la esperanza que daría un nuevo sentido a su vida. Y un día les sale al encuentro. A veces el hallazgo fue modesto: una palabra un perdón, un gesto de amistad verdadera, el primer compromiso que nos ofrecieron para que lo tomáramos. Pero comprometidos al instante con este era el encuentro con lo que realmente vale, y entramos alegres al Reino.

Pero,  dice la parábola: lo vuelve a esconder. Habitualmente Dios es el que vuelve a esconder este tesoro que nos mostro una primera vez; y deja que trabajemos y perseveremos largos años para hacerlo nuestro.
Hay que vender todo, o sea, despojarse de costumbres, diversiones, que ocupan nuestra vida sin llenarla. Y cuando caiga sobre nosotros la noche y el viento frio de las pruebas, no se deberá olvidar el tesoro que encontramos hasta que volvamos a tenerlo.
La perla es, en algún sentido, Cristo mismo. La compran aquellos que se entregan totalmente al Reino de Dios, muchas veces en el ministerio o en la vida religiosa. 




¿Lo compartes? Dios te Bendiga

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